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La verdadera manada está formada por personas que evitarán cuidadosamente actuar o pensar de forma original, para no destruir la homogeneidad que tanto aman. También se enfrentarán a cualquiera que se atreva a actuar de forma independiente y que pueda destruir así la sagrada comunidad del grupo uniforme al que pertenecen. La manada leal no se rebelará solo contra el infractor del sacrilegio, sino que contará con el apoyo del resto de la comunidad. Esto producirá una acción masiva de protesta colectiva que obligará al individuo solitario a adaptarse o a retirarse. Hay que tener en cuenta que nadie está completamente libre de la influencia del instinto de la manada; los más nobles, incluso, ceden ante su llamada de una forma u otra.

Además, el instinto de manada no es solo personal, en el sentido de que clama por un colectivo personal, sino que crea anhelo y deseo de contemplación visual o acústica de fenómenos idénticos o uniformes. El verdadero miembro de la manada, dominado por ese instinto inferior, se alegrará de marchar entre veinte mil soldados uniformados, pisando al unísono en la misma dirección y encontrará casi el mismo placer al contemplar este mismo espectáculo desde el balcón.

La amenaza de la manada — Erik von Kuehnelt-Leddihn

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